Título: Ni de Eva ni de Adán
Autora: Amélie Nothomb
Editorial: Anagrama (Éditions Albin Michel, en Francia)
Año de publicación: 2009 (2007 en Francia)
Cuando hice el tercer curso de francés en la Escuela Oficial
de Idiomas, tuve que hacer una ficha de lectura sobre alguna novela en lengua francesa, para luego exponer el resumen del libro en clase. Así fue como conocí a
Amélie Nothomb.
Escogí para el caso La metafísica de los tubos, un
libro que pese a lo complejo que pueda parecer por el título, es muy fácil y
rápido de leer. La gracia de este libro es su enfoque, ya que está escrito des
del punto de vista de un bebé (la propia Amélie des de que nace hasta los tres
años de edad), y va explicando las etapas por las que va pasando y su
evolución. Es verdad que no es una novela espectacular, pero hay que decir que
es sincera y sin complejos, y sobre todo, rompe moldes.
Dicen de ella que su mayor valor como escritora es la
originalidad, valor que sin duda, me he encontrado en las dos novelas que he
leído: La metafísica de los tubos y la que comentaré ahora más
detenidamente: Ni de Eva ni de Adán. Aunque yo añadiría que su otra marca
personal es un gran sentido del humor al contar las situaciones. A continuación
veréis porqué.
OPINIÓN:
Se trata de una novela donde te muestra el contraste entre
dos culturas que tienen muy poco en común, como son la francófona (pero que se
puede perfectamente extender a la europea en general) y la japonesa.
Pese a que hoy en día todo lo japonés esté muy de moda y
estemos ya bastante familiarizados con muchos aspectos de su cultura (como la
gastronomía, el mundo del manga y del anime e incluso la estética), se trata de
un país, como descubrimos en la novela, que está mucho más lejos de Europa de
lo que nos podamos imaginar en cuanto a costumbres, tradiciones y
mentalidad.
Este choque entre culturas da pie a una serie de situaciones
surrealistas a la par que cómicas entre los dos protagonistas (sobretodo por
los comentarios, muchas veces irónicos, que hace para sí la misma
protagonista). Los protagonistas son la propia Amélie, y un rico chico japonés (Rinri)
a quien Amélie da clases de francés. La acción sucede en Tokio, y la autora nos
hace recorrer algunos sitios de la ciudad, como son el parque de los Juegos
Olímpicos o el parque Shirogane; fuera de Tokio también van a Hakone (Kanagawa),
Hiroshima, Kansai, el monte Fuji, el monte Kumotori Yama, y la isla de Sado.
Empieza siendo una novela entretenida y simpática, que
parece no tener demasiadas pretensiones, pero a medida que una va avanzando en
la lectura ésta se va volviendo cada vez más intensa. El momento cumbre es
cuando la protagonista se encuentra en el monte Kumotori Yama, a partir de
entonces todo toma un aire más serio, incluso dramático. La intensidad va
ascendiendo progresivamente, hasta llegar al final. Un final muy acertado, por
cierto.
El sentido del humor y la gran claridad y sencillez a la
hora de expresarse son las dos cosas que hacen que esta novela se pueda
considerar buena durante la mayor parte de ésta. La implicación de la
protagonista con el paisaje de Japón y sus montes, su desesperación, sus dudas,
su pasión, su necesidad de huir que configuran el final del libro, hacen que
esta novela se pueda considerar excelente.
El ritmo de acción es perfecto y en poco tiempo ya has
acabado el libro entero: no explica más ni menos de lo que necesitas saber. No
te aburre.
En resumen, es una novela fácil de leer, entretenida, con
muchas dosis de humor sarcástico (sin resultar en absoluto desagradable), que
sorprende por un final mucho menos frívolo del que se podría esperar de una
novela de este tipo.
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